¡Mi
clase preferida!
Ese año en el colegio del
barrio había nuevo profesor de matemáticas, y también unos cuantos niños
nuevos. Uno de estos niños nuevos tenía una particularidad para aprender que
nadie había notado.
Daba igual lo rápido o despacio que le explicaran las cosas
de números, siempre terminaba diciendo alguna incoherencia tales como: que si
“dos” y “dos” son “cinco”, que si “siete” por “tres” eran “veintisiete”, que si
un triángulo tenía “treinta” ángulos, entre otros.
Así que lo que antes era una
de las clases más odiadas y aburridas, se terminó convirtiendo en una de las
más divertidas. Animados por el nuevo profesor, los estudiantes descubrían las
tonterías que decía el niño nuevo, y con un ejemplo y sin números, tenían que
corregirlo. Todos competían por ser los primeros en encontrar los fallos y
pensar la forma más divertida y fácil de explicarlos, para esto utilizaban cualquier cosa, como golosinas,
plastilina, naranjas o animales.
Al niño con discapacidades
parecía no molestarle las burlas de sus compañeros, pero el pequeño Carlitos
estaba seguro de que Jacob (el niño con discapacidad) cargaba una enorme tristeza por dentro, así
que un día decidió seguir a Jacob a su casa después del colegio y ver cuándo se
ponía a llorar.
A la salida del colegio, el
niño caminó durante unos minutos, y al llegar a un parque, se quedó esperando
un rato hasta que apareció el profesor nuevo, se acercó, le dio un beso en la
frente, y se fueron caminando. En la distancia, Carlitos podía oír que hablaban
de matemáticas y Jacob se lo sabía todo, y mucho mejor que ninguno en la clase.
Carlitos se sintió tan engañado
que corrió muy rápido hasta alcanzarlos, y se paró delante de ellos muy
enfadado. Jacob se puso muy nervioso, pero el maestro, comprendiendo lo que pasaba,
explicó a Carlitos que lo de Jacob sólo era un truco para que todos los niños
aprendieran más y mejor las matemáticas, que lo hicieran de forma divertida. Su
hijo estaba encantado de hacer de niño con problemas de aprendizaje, porque
para hacerlo bien se lo tenía que aprender todo primero, y así las clases eran
más dinámicas y divertidas.
Por supuesto, al día
siguiente el profesor explicó la historia al resto de los alumnos, pero éstos
estaban tan encantados con su clase de matemáticas, que lo único que cambió a
partir de entonces fue que todos empezaron a turnarse en el papel de niño con
problemas de aprendizaje.
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